
Cum
Maria contemplemur Christi vultum!
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Os he
escogido hoy, María, en presencia de toda la Corte Celestial,
como mi Madre y mi Reina. Os consagro, con toda sumisión y amor, mi
cuerpo y mi alma, mis bienes interiores y exteriores, y el valor de mis
buenas acciones pasadas, presentes y futuras, dándoos entero y
pleno derecho de disponer de mí y de todo lo que me pertenece, sin
excepción, según vuestra Voluntad, para mayor gloria de Dios, para
siempre, hasta la Eternidad.
San Luis María Grignion de Montfort

"Ofrezco a los hombres un Recipiente con el que han de venir a la Fuente
de la Misericordia para recoger gracias. Ese Recipiente es esta Imagen
con la firma: JESÚS, EN TI CONFÍO" (Diario, 327)
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Edición 390
18 de octubre de 2008
Madre, Reina y
Victoriosa tres veces Admirable de Schoenstatt
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ORACIÓN
DE CONFIANZA
En tu poder
y en tu bondad
fundo mi vida,
en ellos espero
confiando como niño.
Madre Admirable,
en tu Hijo y en Ti,
en toda circunstancia
creo y confío
ciegamente. Amén
CÁNTICO DEL
INSTRUMENTO
Aseméjanos a Ti y enséñanos a caminar por la vida tal como Tú lo
hiciste: fuerte y digna, sencilla y bondadosa, repartiendo amor, paz y
alegría.
En nosotros recorre nuestro tiempo preparándolo para Cristo Jesús. Amén
ORACIÓN POR NUESTRA
PATRIA
Madre, con tu Hijo Divino
desciende a los caminos de nuestra patria para que, siguiendo vuestras
huellas, encuentre la paz, verdadera y estable.
Patria, sólo tendrás salvación
si, en amor, te unes
a María y su Hijo. Amén
Padre José Kentenich



Oh Dios Padre
Misericordioso,
que por
mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la
Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo,
concediste a tu Siervo Juan Pablo II, Servus Servorum Dei,
la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia
peregrina, de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los
hombres y mujeres de buena voluntad, haz que yo sepa también
responder con fidelidad a las exigencias de la vocación cristiana,
convirtiendo todos los momentos y circunstancias de mi vida en
ocasión de amarte y de servir al Reino de Jesucristo. Te ruego que
te dignes glorificar a tu Siervo Juan Pablo II, Servus Servorum
Dei, y que me concedas por su intercesión el favor que te
pido... (pídase). A Tí, Padre Omnipotente, origen del
cosmos y del hombre, por Cristo, el que vive, Señor del tiempo y
de la historia, en el Espíritu Santo que santifica el universo,
alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos de los siglos.
Amén.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria.
25
de marzo al 25 de diciembre

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“Un hijo de María nunca
perecerá.”
ACTO DE CONSAGRACIÓN A MARÍA
SANTÍSIMA
1. "Mujer, ahí tienes a tu
hijo" (Jn 19, 26).
Mientras se acerca el final de
este Año Jubilar,
en el que Tú, Madre, nos has
ofrecido de nuevo a Jesús,
el fruto bendito de tu purísimo
vientre,
el Verbo hecho carne, el
Redentor del mundo,
resuena con especial dulzura
para nosotros esta palabra suya
que nos conduce hacia Ti, al
hacerte Madre nuestra:
"Mujer, ahí tienes a tu
hijo".
Al encomendarte al apóstol Juan,
y con él a los hijos de la
Iglesia,
más aún a todos los hombres,
Cristo no atenuaba, sino que
confirmaba,
su papel exclusivo como Salvador
del mundo.
Tú eres esplendor que no
ensombrece la Luz de Cristo,
porque vives en Él y para Él.
Todo en Ti es "fiat": Tú
eres la Inmaculada,
eres transparencia y plenitud de
gracia.
Aquí estamos, pues, tus hijos,
reunidos en torno a Ti
en el alba del nuevo Milenio.
Hoy la Iglesia, con la voz del
Sucesor de Pedro,
a la que se unen tantos Pastores
provenientes de todas las partes
del mundo,
busca amparo bajo tu materna
protección
e implora confiada tu
intercesión
ante los desafíos ocultos del
futuro.
2. Son muchos los que, en este
año de gracia,
han vivido y están viviendo
la alegría desbordante de la
Misericordia
que el Padre nos ha dado en
Cristo.
En las Iglesias particulares
esparcidas por el mundo
y, aún más, en este centro del
cristianismo,
muchas clases de personas
han acogido este don.
Aquí ha vibrado el entusiasmo de
los jóvenes,
aquí se ha elevado la súplica de
los enfermos.
Por aquí han pasado sacerdotes y
religiosos,
artistas y periodistas,
hombres del trabajo y de la
ciencia,
niños y adultos,
y todos ellos han reconocido en
tu amado Hijo
al Verbo de Dios, encarnado en
tu Seno.
Haz, Madre, con tu intercesión,
que los frutos de este Año no se
disipen,
y que las semillas de gracia se
desarrollen
hasta alcanzar plenamente la
santidad,
a la que todos estamos llamados.
3. Hoy queremos confiarte el
futuro que nos espera,
rogándote que nos acompañes en
nuestro camino.
Somos hombres y mujeres de una
época extraordinaria,
tan apasionante como rica de
contradicciones.
La humanidad posee hoy
instrumentos de potencia
inaudita.
Puede hacer de este mundo un
jardín
o reducirlo a un cúmulo de
escombros.
Ha logrado una extraordinaria
capacidad de intervenir
en las fuentes mismas de la
vida:
Puede usarlas para el bien,
dentro del marco de la ley
moral,
o ceder al orgullo miope
de una ciencia que no acepta
límites,
llegando incluso a pisotear el
respeto debido a cada ser
humano.
Hoy, como nunca en el pasado,
la humanidad está en una
encrucijada.
Y, una vez más, la salvación
está sólo y enteramente,
Oh Virgen Santa, en tu Hijo
Jesús.
4. Por esto, Madre, como el
apóstol Juan,
nosotros queremos acogerte en
nuestra casa (cf. Jn 19, 27),
para aprender de Ti a ser como
tu Hijo.
¡"Mujer, aquí tienes a tus
hijos"!.
Estamos aquí, ante Ti,
para confiar a tus cuidados
maternos
a nosotros mismos, a la Iglesia
y al mundo entero.
Ruega por nosotros a tu querido
Hijo,
para que nos dé con abundancia
el Espíritu Santo,
el Espíritu de Verdad que es
fuente de vida.
Acógelo por nosotros y con
nosotros,
como en la primera comunidad de
Jerusalén,
reunida en torno a Ti el día de
Pentecostés (cf. Hch 1, 14).
Que el Espíritu abra los
corazones a la justicia y al
amor,
guíe a las personas y las
naciones hacia una comprensión
recíproca
y hacia un firme deseo de paz.
Te encomendamos a todos los
hombres,
comenzando por los más débiles:
a los niños que aún no han visto
la luz
y a los que han nacido en medio
de la pobreza y el sufrimiento;
a los jóvenes en busca de
sentido,
a las personas que no tienen
trabajo
y a las que padecen hambre o
enfermedad.
Te encomendamos a las familias
rotas,
a los ancianos que carecen de
asistencia
y a cuantos están solos y sin
esperanza.
5. Oh Madre, que conoces los
sufrimientos
y las esperanzas de la Iglesia y
del mundo,
ayuda a tus hijos en las pruebas
cotidianas
que la vida reserva a cada uno
y haz que, por el esfuerzo de
todos,
las tinieblas no prevalezcan
sobre la Luz.
A Ti, Aurora de la salvación,
confiamos
nuestro camino en el nuevo
Milenio,
para que bajo tu guía
todos los hombres descubran a
Cristo,
Luz del mundo y único Salvador,
que reina con el Padre y el
Espíritu Santo
por los siglos de los siglos.
Amén.
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Querido/a Suscriptor/a de "El Camino de María"
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Con la
imagen
Virgen de Schoenstatt, Madre tres veces Admirable,
cuya festividad celebramos esta semana,
y el Acto de Consagración a María Santísima realizado
por Juan Pablo II al alba del tercer Milenio junto a 1.500
Obispos el 8 de octubre de 2000, presentamos la Edición 390 de
"El Camino de
María", Newsletter Semanal con
Textos para hacer
oración con la Madre del Redentor.
El 18 de octubre -aniversario de
la primera Alianza de Amor y fundación de Schoenstatt- será un
día dedicado a la oración en los Santuarios de Schoenstatt.
La devoción de
la Madre, Reina y Victoriosa tres veces Admirable de
Schoenstatt se origina en el Santuario que está en
Schoenstatt (Alemania) a orillas del río Rhin, cerca de la
ciudad de Vallendar. Allí el 18 de octubre de 1914, un grupo
de jóvenes guiados por su Director espiritual el Padre José
Kentenich, se consagraron a la Virgen sellando con Ella una
Alianza de Amor. Le pedían a María que se estableciera en el
Santuario, y desde allí distribuyera los abundantes dones y
gracias que su Hijo Jesucristo le concede; a cambio, ellos
le ofrecían sus oraciones y sacrificios, sus éxitos y sus
fracasos (capital de gracias).
María Santísima es tres veces Admirable porque es
Hija predilecta del Padre, Madre y Compañera de
Cristo y Templo del Espíritu Santo, pero, además,
Ella es tres veces Admirable porque cumple en forma
admirable sus tareas de Madre, Educadora y
Reina.
Como Madre, María cuida de las necesidades de los
hombres tanto las materiales como las espirituales.
Como Educadora, Ella quiere transformar el corazón
de sus hijos: el hombre viejo debe dejar lugar al hombre
nuevo, hecho a imagen y semejanza de Jesús.
Como Reina, María estimula a los cristianos a que
construyan un mundo más coherente con los valores del Reino
de Cristo: más justo, libre, veraz, solidario y filial.
En los cinco
continentes se encuentran alrededor de 200 Santuarios y
miles de ermitas dedicadas a la Madre tres veces Admirable,
donde se reciben especialmente las llamadas “gracias de
peregrinación”, que penetran en el alma de los peregrinos y la
sanan.
-La gracia
del cobijamiento espiritual.
-La gracia de la transformación interior.
-La gracia del envío apostólico.
La peregrinación
constante y fiel al Santuario, el contacto permanente con
esta fuente santa de gracias, permite a la Santísima Virgen
actuar como nuestra Madre, Educadora y
Reina regalándonos las gracias que necesitamos.
La gracia del cobijamiento espiritual: es la certeza
de que Dios nos ama, que nunca nos dejará porque siempre
está dispuesto a recibirnos como hijos pródigos.
La gracia de la transformación interior: es la
experiencia de que amando a Maria nos asemejamos a Ella en
su Amor a Dios y a los hombres.
La gracia del envío apostólico: es el anhelo que
surge en el corazón del que ha sido bendecido por Dios, de
que otros reciban esa misma bendición.
Cuando uno entra en los Santuarios de Schoenstatt se puede
leer en torno a la imagen de gracias la siguiente frase que
es todo un lema de vida: “Un hijo de María nunca
perecerá.”
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"...Este es el
elemento más extenso del Rosario y que a la vez lo convierte
en una oración mariana por excelencia. Pero precisamente a la
luz del Ave Maria, bien entendida, es donde se nota con
claridad que el carácter mariano no se opone al cristológico,
sino que más bien lo subraya y lo exalta. En efecto, la
primera parte del Ave Maria, tomada de las palabras dirigidas
a María por el Ángel Gabriel y por Santa Isabel, es
contemplación adorante del misterio que se realiza en la
Virgen de Nazaret. Expresan, por así decir, la admiración del
Cielo y de la tierra y, en cierto sentido, dejan entrever la
complacencia de Dios mismo al ver su Obra maestra –la
Encarnación del Hijo en el Seno virginal de María–,
análogamente a la mirada de aprobación del Génesis (cf. Gn 1,
31), aquel «pathos con el que Dios, en el alba de la creación,
contempló la obra de sus manos».
Repetir en el Rosario el Ave Maria nos acerca a la
complacencia de Dios: es júbilo, asombro, reconocimiento del
milagro más grande de la historia. Es el cumplimiento de
la profecía de María: «Desde ahora todas las generaciones
me llamarán Bienaventurada» (Lc1, 48)..."
Imploremos la bendición y
protección de la Madre, Reina y Victoriosa, tres veces Admirable, rezando con
amor y devoción el Acto de Consagración a María Santísima
con el que hemos iniciado esta edición.
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