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EL CAMINO DE MARÍA

Editores de

"El Camino de María"

Newsletter número 9

 

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« María puede guiarnos hacia el Santísimo Sacramento porque tiene una relación profunda con él» 

Con la imagen de María del Rosario de San Nicolás y las palabras de Juan Pablo II, presentamos la Edición N.9 de  "El Camino de María", Newsletter Semanal con Textos para hacer oración con la Madre del Redentor, extraídos de la Catequesis del Santo Padre. Esta semana dedicada a contemplar a: 

1 - María, Mujer Eucarística (Carta  Encíclica Ecclesia de Eucharistia, Capítulo VI: "En la Escuela de María, Mujer Eucarística")

2 - Misterios de la Luz del Santo Rosario, (Meditación antes de rezar el «Angelus» el Domingo 21 de septiembre de 2003)

Desde esta edición comenzamos a publicar resumenes de las setenta  Audiencias dedicadas a la "Catequesis Mariana", en el orden en que fueron realizadas por Juan Pablo II, entre el 13 de septiembre de 1995 ("Presencia de María en el origen de la Iglesia")  y el 12 de noviembre de 1997 ("Madre de la unidad y de la esperanza").

Continuamos publicando  cada uno de los 52 puntos de la Carta Encíclica "Redemptoris Mater" sobre la Bienaventurada Virgen María en la vida de la Iglesia. El segundo punto es: "El itinerario de la Virgen María y la Iglesia".

Por último les enviamos el programa  elaborado por la Santa Sede para celebrar el 25to. Aniversario del Pontificado de Juan Pablo II.  Incluye una reunión de cardenales y obispos de todo el mundo, una Misa, un concierto y la beatificación de la Madre Teresa de Calcuta, entrañable amiga del Santo Padre.

Nos despedimos de Usted hasta la próxima semana, implorando la bendición y protección de María, Mujer Eucarística y Mediadora de todas las Gracias.

Marisa y Eduardo Vinante - Editores de "El Camino de María".

LOS MISTERIOS DE LA LUZ 

LOS MISTERIOS DE LA LUZ REVELAN

 EL ROSTRO DE DIOS

 

¡Queridos hermanos y hermanas!

1. Siguiendo mi peregrinación espiritual hacia el Santuario de Pompeya, donde, si Dios quiere, pienso ir el próximo 7 de octubre, quisiera detenerme a meditar hoy en los misterios del rosario, llamados «misterios de la luz». Complementan los tradicionales momentos de la infancia, de la pasión y de la gloria de Cristo, con otros igualmente importantes de su «vida pública» (Cf. Carta Apostólica «Rosarium Virginis Mariae», 19).

Es el tiempo en el que Jesús, con la potencia de la palabra y de las obras, revela plenamente el «rostro» del Padre celestial, inaugurando su Reino de amor, de justicia y de paz. El Bautismo en el Jordán, las bodas de Caná, el anuncio del Reino, la Transfiguración en el monte Tabor, y la Institución de la Eucaristía, son momentos de revelación, es decir, misterios «luminosos», que dejan brillar el esplendor de la naturaleza divina de Dios en Jesucristo.

2. La presencia de María en estos misterios se encuentra generalmente en el trasfondo. A excepción de las bodas de Caná, donde el papel de la «Madre de Jesús» es determinante. Ella hace saber al Hijo que falta vino; y cuando éste le responde que «su hora» no ha llegado todavía, le incita, con apremio materno, diciendo a los siervos: «Haced lo que él os diga» (Juan 2, 5). De este modo, demuestra que intuye como ninguna otra persona las intuiciones profundas de Jesús. Lo conoce de «corazón a corazón», pues conserva y medita desde el inicio cada uno de sus gestos y palabras (Cf. Lucas 2, 19.51). Por este motivo, la Virgen es la primera y principal maestra de la oración cristiana: en su escuela se aprende a contemplar el rostro del Señor, a asimilar sus sentimientos, a aceptar sus valores con generosa coherencia.


3. Queridos hermanos y hermanas: sigamos a Cristo por el camino de sus misterios de salvación con el amor ardiente de la Virgen María. En estas últimas semanas del Año del Rosario, sintámonos más unidos que nunca en el rezo del santo Rosario, de manera particular por las familias y por la paz en el mundo.
 
Meditación de Juan Pablo II  «Angelus» -  Domingo 21 septiembre de 2003

 CATEQUESIS DEL PAPA JUAN PABLO II

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EN LA ESCUELA DE MARÍA, MUJER "EUCARÍSTICA"

 Capítulo VI de la Carta  Encíclica Ecclesia de Eucharistia

PRESENCIA DE MARÍA EN EL ORIGEN DE LA IGLESIA

 Resumen  de  la primera de las Audiencias dedicadas a la "Catequesis Mariana". 6 de septiembre de 1995.

EL ROSTRO MATERNO DE MARÍA EN LOS PRIMEROS SIGLOS

Resumen  de  la segunda de las Audiencias dedicadas a la "Catequesis Mariana". 13 de septiembre de 1995.

En la escuela de María, Mujer "Eucarística"

"María ha practicado su fe eucarística antes incluso de que ésta fuera instituida, por el hecho mismo de haber ofrecido su seno virginal para la encarnación del Verbo de Dios."

 

 

Si queremos descubrir en toda su riqueza la relación íntima que une Iglesia y Eucaristía, no podemos olvidar a María, Madre y modelo de la Iglesia. En la Carta apostólica Rosarium Virginis Mariae, presentando a la Santísima Virgen como Maestra en la contemplación del rostro de Cristo, he incluido entre los misterios de la luz también la institución de la Eucaristía.102 Efectivamente, María puede guiarnos hacia este Santísimo Sacramento porque tiene una relación profunda con él.

A primera vista, el Evangelio no habla de este tema. En el relato de la institución, la tarde del Jueves Santo, no se menciona a María. Se sabe, sin embargo, que estaba junto con los Apóstoles, « concordes en la oración » (cf. Hch 1, 14), en la primera comunidad reunida después de la Ascensión en espera de Pentecostés. Esta presencia suya no pudo faltar ciertamente en las celebraciones eucarísticas de los fieles de la primera generación cristiana, asiduos « en la fracción del pan » (Hch 2, 42).

Pero, más allá de su participación en el Banquete eucarístico, la relación de María con la Eucaristía se puede delinear indirectamente a partir de su actitud interior. María es mujer « eucarística » con toda su vida. La Iglesia, tomando a María como modelo, ha de imitarla también en su relación con este santísimo Misterio.

54. Mysterium fidei! Puesto que la Eucaristía es misterio de fe, que supera de tal manera nuestro entendimiento que nos obliga al más puro abandono a la palabra de Dios, nadie como María puede ser apoyo y guía en una actitud como ésta. Repetir el gesto de Cristo en la Última Cena, en cumplimiento de su mandato: « ¡Haced esto en conmemoración mía! », se convierte al mismo tiempo en aceptación de la invitación de María a obedecerle sin titubeos: « Haced lo que él os diga » (Jn 2, 5). Con la solicitud materna que muestra en las bodas de Caná, María parece decirnos: « no dudéis, fiaros de la Palabra de mi Hijo. Él, que fue capaz de transformar el agua en vino, es igualmente capaz de hacer del pan y del vino su cuerpo y su sangre, entregando a los creyentes en este misterio la memoria viva de su Pascua, para hacerse así “pan de vida” ».

55. En cierto sentido, María ha practicado su fe eucarística antes incluso de que ésta fuera instituida, por el hecho mismo de haber ofrecido su seno virginal para la encarnación del Verbo de Dios. La Eucaristía, mientras remite a la pasión y la resurrección, está al mismo tiempo en continuidad con la Encarnación. María concibió en la anunciación al Hijo divino, incluso en la realidad física de su cuerpo y su sangre, anticipando en sí lo que en cierta medida se realiza sacramentalmente en todo creyente que recibe, en las especies del pan y del vino, el cuerpo y la sangre del Señor.

Hay, pues, una analogía profunda entre el fiat pronunciado por María a las palabras del Ángel y el amén que cada fiel pronuncia cuando recibe el cuerpo del Señor. A María se le pidió creer que quien concibió « por obra del Espíritu Santo » era el « Hijo de Dios » (cf. Lc 1, 30.35). En continuidad con la fe de la Virgen, en el Misterio eucarístico se nos pide creer que el mismo Jesús, Hijo de Dios e Hijo de María, se hace presente con todo su ser humano-divino en las especies del pan y del vino.

« Feliz la que ha creído » (Lc 1, 45): María ha anticipado también en el misterio de la Encarnación la fe eucarística de la Iglesia. Cuando, en la Visitación, lleva en su seno el Verbo hecho carne, se convierte de algún modo en « tabernáculo » –el primer « tabernáculo » de la historia– donde el Hijo de Dios, todavía invisible a los ojos de los hombres, se ofrece a la adoración de Isabel, como « irradiando » su luz a través de los ojos y la voz de María. Y la mirada embelesada de María al contemplar el rostro de Cristo recién nacido y al estrecharlo en sus brazos, ¿no es acaso el inigualable modelo de amor en el que ha de inspirarse cada comunión eucarística?

56. María, con toda su vida junto a Cristo y no solamente en el Calvario, hizo suya la dimensión sacrificial de la Eucaristía. Cuando llevó al niño Jesús al templo de Jerusalén « para presentarle al Señor » (Lc 2, 22), oyó anunciar al anciano Simeón que aquel niño sería « señal de contradicción » y también que una « espada » traspasaría su propia alma (cf. Lc 2, 34.35). Se preanunciaba así el drama del Hijo crucificado y, en cierto modo, se prefiguraba el « stabat Mater » de la Virgen al pie de la Cruz. Preparándose día a día para el Calvario, María vive una especie de « Eucaristía anticipada » se podría decir, una « comunión espiritual » de deseo y ofrecimiento, que culminará en la unión con el Hijo en la pasión y se manifestará después, en el período postpascual, en su participación en la celebración eucarística, presidida por los Apóstoles, como « memorial » de la pasión.

¿Cómo imaginar los sentimientos de María al escuchar de la boca de Pedro, Juan, Santiago y los otros Apóstoles, las palabras de la Última Cena: « Éste es mi cuerpo que es entregado por vosotros » (Lc 22, 19)? Aquel cuerpo entregado como sacrificio y presente en los signos sacramentales, ¡era el mismo cuerpo concebido en su seno! Recibir la Eucaristía debía significar para María como si acogiera de nuevo en su seno el corazón que había latido al unísono con el suyo y revivir lo que había experimentado en primera persona al pie de la Cruz.

57. « Haced esto en recuerdo mío » (Lc 22, 19). En el « memorial » del Calvario está presente todo lo que Cristo ha llevado a cabo en su pasión y muerte. Por tanto, no falta lo que Cristo ha realizado también con su Madre para beneficio nuestro. En efecto, le confía al discípulo predilecto y, en él, le entrega a cada uno de nosotros: « !He aquí a tu hijo¡ ». Igualmente dice también a todos nosotros: « ¡He aquí a tu madre! » (cf. Jn 19, 26.27).

Vivir en la Eucaristía el memorial de la muerte de Cristo implica también recibir continuamente este don. Significa tomar con nosotros –a ejemplo de Juan– a quien una vez nos fue entregada como Madre. Significa asumir, al mismo tiempo, el compromiso de conformarnos a Cristo, aprendiendo de su Madre y dejándonos acompañar por ella. María está presente con la Iglesia, y como Madre de la Iglesia, en todas nuestras celebraciones eucarísticas. Así como Iglesia y Eucaristía son un binomio inseparable, lo mismo se puede decir del binomio María y Eucaristía. Por eso, el recuerdo de María en el celebración eucarística es unánime, ya desde la antigüedad, en las Iglesias de Oriente y Occidente.

58. En la Eucaristía, la Iglesia se une plenamente a Cristo y a su sacrificio, haciendo suyo el espíritu de María. Es una verdad que se puede profundizar releyendo el Magnificat en perspectiva eucarística. La Eucaristía, en efecto, como el canto de María, es ante todo alabanza y acción de gracias. Cuando María exclama « mi alma engrandece al Señor, mi espíritu exulta en Dios, mi Salvador », lleva a Jesús en su seno. Alaba al Padre « por » Jesús, pero también lo alaba « en » Jesús y « con » Jesús. Esto es precisamente la verdadera « actitud eucarística ».

Al mismo tiempo, María rememora las maravillas que Dios ha hecho en la historia de la salvación, según la promesa hecha a nuestros padres (cf. Lc 1, 55), anunciando la que supera a todas ellas, la encarnación redentora. En el Magnificat, en fin, está presente la tensión escatológica de la Eucaristía. Cada vez que el Hijo de Dios se presenta bajo la « pobreza » de las especies sacramentales, pan y vino, se pone en el mundo el germen de la nueva historia, en la que se « derriba del trono a los poderosos » y se « enaltece a los humildes » (cf. Lc 1, 52). María canta el « cielo nuevo » y la « tierra nueva » que se anticipan en la Eucaristía y, en cierto sentido, deja entrever su 'diseño' programático. Puesto que el Magnificat expresa la espiritualidad de María, nada nos ayuda a vivir mejor el Misterio eucarístico que esta espiritualidad. ¡La Eucaristía se nos ha dado para que nuestra vida sea, como la de María, toda ella un Magnificat!

Presencia de María en el origen de la Iglesia. 
 
La presencia de María en la comunidad, que orando espera la efusión del Espíritu (ver Hch 1,14), evoca el papel que desempeñó en la Encarnación del Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo (ver Lc 1,35). El papel de la Virgen en esa fase inicial y el que desempeña ahora, en la manifestación de la Iglesia en Pentecostés, están íntimamente vinculados.
La presencia de María en los primeros momentos de vida de la Iglesia contrasta de modo singular con la participación bastante discreta que tuvo antes, durante la vida pública de Jesús. Cuando el Hijo comienza su misión, María permanece en Nazaret, aunque esa separación no excluye algunos contactos significativos, como en Caná, y, sobre todo, no le impide participar en el sacrificio del Calvario.
Por el contrario, en la primera comunidad el papel de María cobra notable importancia. Después de la Ascensión, y en espera de Pentecostés, la Madre de Jesús está presente personalmente en los primeros pasos de la obra comenzada por el Hijo.

Resumen Audiencia "Presencia de María en el origen de la Iglesia" - Esta fue la primera de las Audiencias dedicadas a la "Catequesis Mariana". 6 de septiembre de 1995.

El rostro materno de María en los primeros siglos

 
A los ojos de los discípulos, congregados después de la Ascensión, el título de Madre de Jesús adquiere todo su significado. María es para ellos una persona única en su género: recibió la gracia singular de engendrar al Salvador de la humanidad, vivió mucho tiempo junto a él, y en el Calvario el Crucificado le pidió que ejerciera una nueva maternidad con respecto a su discípulo predilecto y, por medio de él, con relación a toda la Iglesia.
Para quienes creen en Jesús y lo siguen, Madre de Jesús es un título de honor y veneración, y lo seguirá siendo siempre en la vida y en la fe de la Iglesia. De modo particular, con este título los cristianos quieren afirmar que nadie puede referirse al origen de Jesús, sin reconocer el papel de la mujer que lo engendró en el Espíritu según la naturaleza humana. Su función materna afecta también al nacimiento y al desarrollo de la Iglesia. Los fieles, recordando el lugar que ocupa María en la vida de Jesús, descubren todos los días su presencia eficaz también en su propio itinerario espiritual.

Resumen Audiencia "El rostro materno de María en los primeros siglos"  Esta fue la segunda de las Audiencias dedicadas a la "Catequesis Mariana". 13 de septiembre de 1995.

REDEMPTORIS MATER - Punto 2 
      

La Iglesia, confortada por la presencia de Cristo (cf. Mt 28, 20), camina en el tiempo hacia la consumación de los siglos y va al encuentro del Señor que llega. Pero en este camino —deseo destacarlo enseguida— procede recorriendo de nuevo el itinerario realizado por la Virgen María, que « avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la Cruz ».Tomo estas palabras tan densas y evocadoras de la Constitución Lumen gentium, que en su parte final traza una síntesis eficaz de la doctrina de la Iglesia sobre el tema de la Madre de Cristo, venerada por ella como madre suya amantísima y como su figura en la fe, en la esperanza y en la caridad.

Poco después del Concilio, mi gran predecesor Pablo VI quiso volver a hablar de la Virgen Santísima, exponiendo en la Carta Encíclica Christi Matri y más tarde en las Exhortaciones Apostólicas Signum magnum y Marialis cultus  los fundamentos y criterios de aquella singular veneración que la Madre de Cristo recibe en la Iglesia, así como las diferentes formas de devoción mariana —litúrgicas, populares y privadas— correspondientes al espíritu de la fe.

(Redemptoris Mater, 2)

25 ANIVERSARIO DEL PONTIFICADO 

       Del 15 al 19 de octubre, la Santa Sede celebrará el 25to. Aniversario del Pontificado de Juan Pablo II, con un programa que incluye una reunión de cardenales y obispos de todo el mundo, una Misa, un concierto y la beatificación de la Madre Teresa de Calcuta, entrañable amiga del Santo Padre.

Según el programa anunciado por la Santa Sede, el 15 de octubre comenzará la cita de cuatro días de duración de los 164 miembros del Colegio Cardenalicio.

Al día siguiente, en la mañana del 16 de octubre, aniversario 25 de su elección, el Pontífice firmará la exhortación apostólica postsinodal de 2001 dedicada al ministerio episcopal.

Ese mismo día, a las 18 horas, se celebrará una Misa en la Plaza de San Pedro para conmemorar el acontecimiento.

El viernes 17 de octubre, a las 18 horas en el Aula Pablo VI, el coro y la orquesta de Leipzig dedicará al Papa un concierto que comprende la ejecución de la Novena Sinfonía de Beethoven y del "Ecce Sacerdos Magnus" de Bruckner.

El Santo Padre intervendrá en la última sesión del Colegio Cardenalicio el sábado, 18 de octubre. Su discurso seguirá a la presentación de un mensaje que todos los cardenales le dirigirán.

A las 13 horas, almorzará con los cardenales, responsables de los dicasterios  presidentes de las conferencias episcopales y patriarcas. A las 17:30 horas se celebrará una vigilia misionera en el Aula Pablo VI.

El domingo 19 de octubre, Jornada Misionera Mundial, el Papa presidirá a las 10 de la mañana, en la Plaza de San Pedro, la misa durante la que beatificará a Madre Teresa de Calcuta.

El Camino de María

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