CORAZÓN DE JESÚS: DIGNÍSIMO DE TODA ALABANZA

 

 

 

 

Meditación décimo día 

Letanías al Sagrado Corazón de Jesús

 

Las 12 Promesas de Nuestro Señor a los devotos de su Sagrado Corazón

 

 

 

ORACIÓN 

 Oh Dios, que por medio del Corazón de tu Hijo, herido por nuestras culpas, te dignas, en tu Misericordia infinita, darnos los tesoros de tu amor; te pedimos nos concedas que, al presentarte el devoto obsequio de nuestra piedad, le ofrezcamos también el homenaje de una digna satisfacción. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor. Amén.

 

 

 

CATEQUESIS DEL PAPA JUAN PABLO II

CORAZÓN DE JESÚS: DIGNÍSIMO DE TODA ALABANZA

Ángelus, 4 de agosto de 1985

"... Y cuando llega el tiempo de la pasión, del despojamiento, de la humillación y del oprobio de la Cruz, nos unimos todavía más ardientemente al Corazón de la Madre para gritar: ¡"Corazón de Jesús dignísimo de toda alabanza". Sí, ¡Dignísimo de toda alabanza precisamente este oprobio y humillación! En efecto, es entonces que el Redentor alcanza el cúlmen del amor de Dios. ¡Y el Amor es digno de toda alabanza! Nosotros "no nos gloriaremos a no ser en la Cruz de nuestro Señor Jesucristo" (cf. Ga 6,14), escribirá San Pablo, mientras San Juan enseña: "Dios es amor"..."

CORAZÓN DE JESÚS: DIGNÍSIMO DE TODA ALABANZA

 
 
Queridos hermanos y hermanas:

1.Nos encontramos reunidos para venerar el momento único en la historia del universo en el que Dios-Hijo se hace hombre bajo el Corazón de la Virgen de Nazaret. Es el momento de la Anunciación que refleja la oración del Ángelus  "Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, a quien podrás por nombre Jesús. El será... llamado Hijo del Altísimo" (Lc 1,31-32).

María dice: "Hágase en mí según tu palabra" (Lc 1,38). Y desde aquel momento su Corazón se prepara a acoger al Dios-Hombre: ¡"Corazón de Jesús dignísimo de toda alabanza".

2. Nos unimos con la Madre de Dios para adorar a este Corazón del Hombre que, mediante el misterio de la unión hipostática (unión de las dos naturalezas), es al mismo tiempo el Corazón de Dios. Tributamos a Dios la adoración debida al Corazón de Cristo Jesús, desde el primer momento de su concepción en el seno de la Virgen.

Junto con María le tributamos la misma adoración en el momento del nacimiento: cuando vino al mundo en la extrema pobreza de Belén. Le tributamos la misma adoración, junto con María, durante todos los días y los años de su vida oculta en Nazaret, durante todos los días y los años en los que cumple su servicio mesiánico en Israel.

Y cuando llega el tiempo de la pasión, del despojamiento, de la humillación y del oprobio de la cruz, nos unimos todavía más ardientemente al Corazón de la Madre para gritar: ¡"Corazón de Jesús dignísimo de toda alabanza". Sí, ¡Dignísimo de toda alabanza precisamente este oprobio y humillación! En efecto, es entonces que el Redentor alcanza el cúlmen del amor de Dios. ¡Y el Amor es digno de toda alabanza! Nosotros "no nos gloriaremos a no ser en la Cruz de nuestro Señor Jesucristo" (cf. Ga 6,14), escribirá San Pablo, mientras San Juan enseña: "Dios es amor" (1 Jn 4,8).

3. Jesucristo está en la gloria de Dios Padre. De esta gloria rodeó el Padre, en el Espíritu Santo, el Corazón de su Hijo glorificado. Esta gloria anuncia en los siglos, la asunción al cielo del Corazón de su Madre. Y todos nosotros nos unimos con Ella para confesar: "Corazón Jesús, Dignísimo de toda Alabanza, ten misericordia de nosotros".

BREVE HISTORIA DE LA CONSAGRACIÓN A MARÍA

 

A lo largo de la historia de la piedad aparecen diversas experiencias, personales y colectivas, de "consagración-entrega-dedicación a la Virgen" (oblatio, servitus, commendatio, dedicatio). Estas fórmulas aparecen en los devocionarios y en los estatutos de asociaciones marianas, en los cuales encontramos fórmulas de "consagración" y oraciones para la misma o en recuerdo de ella.

Respecto a la práctica piadosa de la "Consagración a María" no son infrecuentes las expresiones de aprecio de los Romanos Pontífices y son conocidas las fórmulas que ellos han recitado públicamente.

Un conocido maestro de la espiritualidad que presenta dicha práctica es san Luis María Grignion de Montfort, "el cual proponía a los cristianos la consagración a Cristo por manos de María, como medio eficaz para vivir fielmente el compromiso del bautismo".

A la luz del testamento de Cristo (cfr. Jn 19,25-27), el acto de "Consagración" es el reconocimiento consciente del puesto singular que ocupa María de Nazaret en el Misterio de Cristo y de la Iglesia, del valor ejemplar y universal de su testimonio evangélico, de la confianza en su intercesión y la eficacia de su patrocinio, de la multiforme función materna que desempeña, como verdadera madre en el orden de la gracia, a favor de todos y de cada uno de sus hijos.

Hay que notar, sin embargo, que el término "consagración" se usa con cierta amplitud e impropiedad: "se dice, por ejemplo "consagrar los niños a la Virgen", cuando en realidad sólo se pretende poner a los pequeños bajo la protección de la Virgen y pedir para ellos su bendición maternal". Se entiende así la sugerencia de bastantes, de sustituir el término "consagración" por otros, como "entrega", "donación". De hecho, en nuestros días, los avances de la teología litúrgica y la exigencia consiguiente de un uso riguroso de los términos, sugieren que se reserve el término consagración a la ofrenda de uno mismo que tiene como término a Dios, como características la totalidad y la perpetuidad, como garantía la intervención de la Iglesia, como fundamento los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación.

En cualquier caso, con respecto a esta práctica es necesario instruir a los fieles sobre su naturaleza. Aunque tenga las características de una ofrenda total y perenne: es sólo analógica respecto a la "consagración a Dios"; debe ser fruto no de una emoción pasajera, sino una decisión personal, libre, madurada en el ámbito de una visión precisa del dinamismo de la gracia; se debe expresar de modo correcto, en una línea, por así decir, litúrgica: al Padre por Cristo en el Espíritu Santo, implorando la intercesión gloriosa de María, a la cual se confía totalmente, para guardar con fidelidad los compromisos bautismales y vivir en una actitud filial con respecto a ella; se debe realizar fuera del Sacrificio eucarístico, pues se trata de un acto de devoción que no se puede asimilar a la Liturgia: la entrega a María se distingue sustancialmente de otras formas de consagración litúrgica. (Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia, año 2002, punto 204)

ORACIÓN 

 Oh Dios Todopoderoso y Eterno, mira el Corazón de tu amantísimo Hijo, las alabanzas y satisfacciones que en nombre de los pecadores te ofrece y concede el perdón a quienes te piden misericordia en el nombre de tu mismo Hijo, Jesucristo, el cual vive y reina contigo por los siglos de los siglos. Amén.

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