SANTÍSIMO
CUERPO Y SANGRE DE CRISTO
Solemnidad
El
jueves siguiente a la solemnidad de la santísima Trinidad, la
Iglesia celebra la solemnidad del santísimo Cuerpo y Sangre del
Señor. La fiesta, extendida en 1269 por el Papa Urbano IV a
toda la Iglesia latina, por una parte constituyó una respuesta de
fe y de culto a doctrinas heréticas acerca del misterio de la
presencia real de Cristo en la Eucaristía, por otra parte fue la
culminación de un movimiento de ardiente devoción hacia el augusto
Sacramento del altar.
EN LA
FIESTA DE CORPUS CHRISTI
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ADORO TE DEVOTE
Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto
verdaderamente bajo estas
apariencias. A Ti se somete mi corazón por
completo, y se rinde totalmente
al contemplarte.
Al juzgar de Ti, se equivocan la vista, el tacto,
el gusto; pero basta el oído
para creer con firmeza; creo todo lo que ha dicho
el Hijo de Dios: nada es
más verdadero que esta Palabra de verdad.
En la Cruz se escondía sólo la Divinidad, pero
aquí se esconde también la
Humanidad; sin embargo, creo y confieso ambas
cosas, y pido lo que pidió
aquel ladrón arrepentido.
No veo las llagas como las vio Tomás pero confieso
que eres mi Dios: haz que
yo crea más y más en Ti, que en Ti espere y que te
ame.
¡Memorial de la muerte del Señor! Pan vivo que das
vida al hombre: concede
a mi alma que de Ti viva y que siempre saboree tu
dulzura.
Señor Jesús, Pelícano bueno, límpiame a mí,
inmundo, con tu Sangre, de la que
una sola gota puede liberar de todos los crímenes
al mundo entero.
Jesús, a quien ahora veo oculto, te ruego, que se
cumpla lo que tanto ansío:
que al mirar tu rostro cara a cara, sea yo feliz
viendo tu gloria.
Amén.
(Santo
Tomás de Aquino, teólogo y cantor apasionado de
Cristo Eucarístico)
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ADORACIÓN
EUCARÍSTICA
«Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros hemos creído
y conocido que tú eres el Hijo de Dios» (Jn. 6,69).
Nos
presentamos ante Ti sabiendo que nos llamas y que nos amas tal
como somos.
Tu presencia en la Eucaristía ha comenzado con el sacrificio
de la Última Cena y continúa como comunión y donación de todo
lo que eres.
AUMENTA NUESTRA FE...
Por medio de Ti y en el Espíritu Santo que nos comunicas,
queremos llegar al Padre para decirle nuestro sí unido alTuyo.
Contigo ya podemos decir: Padre nuestro.
Siguiéndote a Ti, «camino, verdad y vida», queremos
penetrar en el aparente «silencio» y «ausencia» de Dios,
rasgando la nube del Tabor para escuchar la voz del Padre que
nos dice: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo mi
complacencia: Escuchadlo» (Mt. 17,5).
Con esta FE, hecha de escucha contemplativa, sabremos iluminar
nuestras situaciones personales, así como los diversos
sectores de la vida familiar y social.
TÚ ERES NUESTRA ESPERANZA...
Nuestra paz, nuestro
Mediador, hermano y amigo.
Nuestro corazón se llena de gozo y de esperanza al saber que
vives «siempre intercediendo por nosotros» (Heb. 7,25).
Nuestra esperanza se traduce en confianza, gozo de Pascua y
camino apresurado contigo hacia el Padre.
Queremos sentir como Tú y valorar las cosas como las valoras Tú. Porque
Tú eres el centro, el principio y el fin de todo.
Apoyados en esta ESPERANZA, queremos infundir en el mundo esta
escala de valores evangélicos en la que Dios y sus dones salvíficos ocupan el primer lugar en el corazón y en las
actitudes de la vida concreta.
QUEREMOS AMAR COMO TÚ...
Que das la vida y te comunicas
con todo lo que eres.
Quisiéramos decir como San Pablo: «Mi vida es Cristo» (Flp.
1,21).
Nuestra vida no tiene sentido sin Ti.
Queremos aprender a «estar con quien sabemos nos ama»,
porque «con tan buen amigo presente todo se puede sufrir».
En Ti aprenderemos a unirnos a la voluntad del Padre, porque
en la oración «el amor es el que habla» (Sta. Teresa).
Entrando en tu intimidad, queremos adoptar determinaciones y
actitudes básicas, decisiones duraderas, opciones
fundamentales según nuestra propia vocación cristiana.
CREYENDO, ESPERANDO Y AMANDO, TE ADORAMOS...
Con una
actitud sencilla de presencia, silencio y espera, que quiere
ser también reparación, como respuesta a tus palabras:
«Quedaos aquí y velad conmigo» (Mt. 26,38).
Tú superas la pobreza de nuestros pensamientos, sentimientos y
palabras; por eso queremos aprender a adorar admirando el
misterio, amándolo tal como es, y callando con un silencio de
amigo y con una presencia de donación.
El Espíritu Santo que has infundido en nuestros corazones nos
ayuda a decir esos «gemidos inenarrables» (Rom. 8,26)
que se traducen en actitud agradecida y sencilla, y en el
gesto filial de quien ya se contenta con sola tu presencia, tu
amor y tu palabra.
En nuestras noches físicas y morales, si Tú estás presente, y
nos amas, y nos hablas, ya nos basta, aunque muchas veces no
sentiremos la consolación.
Aprendiendo este más allá de la ADORACIÓN, estaremos en tu
intimidad o «misterio». Entonces nuestra oración se convertirá
en respeto hacia el «misterio» de cada hermano y de cada
acontecimiento para insertarnos en nuestro ambiente familiar y
social y construir la historia con este silencio activo y
fecundo que nace de la contemplación.
Gracias a Ti, nuestra capacidad de silencio y de adoración se
convertirá en capacidad de AMAR y de SERVIR.
Nos has dado a tu Madre como nuestra para que nos enseñe a
meditar y adorar en el corazón. Ella, recibiendo la Palabra y
poniéndola en práctica, se hizo la más perfecta Madre.
Ayúdanos a ser tu Iglesia misionera, que sabe meditar adorando
y amando tu Palabra, para transformarla en vida y comunicarla
a todos los hermanos. Amén.
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